Truchafrita nos ha cedido una crónica suya de la fiesta lanzamiento del libro de robot en Bogotá. Aquí vale decir que las opiniones expresadas por su autor son únicamente responsabilidad de él mismo:
Como sabes me fuí a Bogotá el 30 de agosto y llegué el 31 en la madrugada, después de un merecido descanso, hasta el mediodía del viernes, partí a la galería El Bodegón a montar la exposición retrospectiva, allí me esperaba Lorena Espitia y los otros amigos de la galería para hacer el montaje, que se hizo en tiempo record dado que eran más de cien piezas por montar [pronto, aquí mismo, las fotoas de la exposición]. A las 5:00 pm, sin embargo, estuvo listo el montaje y ahí sí me pude tomar mi primera cerveza (la primerita del caudal que se vendría...). La gente fue llegando y ahí sí los cuadritos con los robots y la gente mirando y yo bebiendo cerveza, y llega Diego Guerra con Andrezzinho y siéntense para que hablemos de cómics y nos tomemos una cerveza, y las primeras personas que se van y otras que llegan y pidamos otra cerveza porque esta ya se acabó y venda un fanzine, que alguien quiso comprar, o también un libro de robot, y mire usted que ya no voy a tener que sacar plata del cajero porque con estas ventas me voy pagando la cerveza que ya me está empezando a marear.
El ritmo de entrada de la gente a la exposición de la galería es lo que aquí llamamos graneadito, es decir, de a poquitos, de a pedacitos, entonces entraban tres o cuatro y se iban cinco o seis que ya habían visto los robots, se iban luego los tres o cuatro y entraban cuatro o cinco más después, entonces la galería nunca tuvo un quórum como para iniciar el anunciado conversatorio, es verdad que siempre permanecieron diez o quince personas dentro de la galería pero esos eran amigos míos y colaboradores de robot y para qué hacer una charla sobre algo que ellos ya saben y se han cansado de oír. Así que por eso no se pudo hacer el conversatorio, pero no importa porque luego, en otra ocasión, lo haremos, tiempo de sobra hay para sentarse a escuchar sandeces de un retrasado mental como yo, además yo ya estaba algo prendidito por las cervezas que me había tomado. Pero el asunto se prende más con el aguardiente que traen Marco y Tebo y las cervecitas que también sigo tomando, venda fanzines, algunos libros de robot y siga tomando ("suavecito que falta la fiesta", me digo a mí mismo pero no me hago caso, qué desobediente soy).
Ya son como las 10:00 pm y es hora de cambiar de lugar, es decir partir de la galería El Bodegón y dirigirnos al bar Socorro para la fiesta carajo porque para eso vinimos, a pasar un rato reagradable con los amigos de Bogotá. ¿El libro de robot? Esas son siempre excusas chimbas para justificar el estar con los amiguetes un buen rato, ya que hace un largo tiempo que no se les ve. Gracias a la galería El Bodegón por la exposición, me gustó mucho el sitio y espero que nos lo presten para futuras incursiones. Y ahora sí a la fiesta, que lo que hicimos al final de la tarde y ahora hasta las 10:00 pm fue sólo calentar motores, a ver pues Truchafrita para que te sirve a vos hacer cómics si no es para juergiar y hacer fiestecitas cuando terminás un fanzine u otra publicación (claro que sí, qué despierto estás leyendo esta entrada, otras publicaciones como el libro de robot. ¿Ya lo tenés? ¿Si lo compraste? Todavía hay, pero ojo que ya se van a acabar). Corremos entonces las sillas para el bar Socorro, nos vamos caminando de la galería El Bodegón al bar Socorro porque está ahí cerquita, cosa rara en Bogotá que todo tiene unas distancias aburridamente largas.
Cuando la gente se acostumbra a una cosa no hay poder que los disuada de ello. En Medellín la gente parece acostumbrada a la gacetilla de robot, bueno es normal porque llevamos cuatro años regalándoles la gacetilla y ya se acostumbraron a que todo lo que tiene que ver con eso es regalado y entonces les duele demasiado, después de que se les ha regalado por largo tiempo, pagar por algo que a leguas se tiene que cobrar (como el libro de robot). Entonces creen que porque se les regala una cosita todo lo demás que tenga que ver con robot tiene que tener un carácter gratuito. Ay, ay, ay, "la gente, no son más que arena", decía Napoleón, y parece ser verdad cuando se va a otro lugar y uno compara, pues en otros círculos se valora con creces lo que parece que no es nada en el terruño natal. Todo esto para decir que en Bogotá la fiesta-lanzamiento de robot fue muy superior a la que hicimos en Medellín, quizás por lo que anteriormente expliqué o porque simplemente la música en Bogotá estaba mejor, o porque fueron más amiguetes, o porque los amiguetes son menos miserables a la hora de pagar un cover, o porque parece que ese día mucha más gente tenía menos que hacer, o porque había menos enfermos ese día que los que hubo en Medellín el día del lanzamiento del libro de robot. Sea como sea, ya lo dijimos, en Bogotá la fiesta-lanzamiento del libro de robot estuvo de rechupete, justo como nos habíamos imaginado que tenía que ser: toda la muchachada amiga de robot en la capital (o casi toda, seguro había gente enferma, con muchos más compromisos o, simplemente, apática a ir ese día a disfrutar con el robot), también muchos conocidos, curiosos y alguno que otro despistado que cayó ese día y que contribuyó con su cuota demográfica para hacer bulto en la fiesta, además de la música que puso ping-pong (sí, Rodrigo, seguiré diciendo ping-pong porque a mí me gusta más decir ping-pong. Además para molestarte un poco con el asunto) y la súper presentación de Los Atroces, a la que me referiré más adelante.
Como viejo zorro de juergas y fiestas que soy e adquirido la capacidad, en cierto momento, de oler la atmósfera presente en fiestas y toques musicales y puedo asegurarles que la de la fiesta del robot estaba cargada de diversión y entretenimiento. Así lo vi, o mejor lo olí, porque yo la pase bomba e, intuyo, que los que estaban a mi alrededor también la pasaron así (bueno, por lo menos nadie se fue del bar en multitud), en parte por ese ambiente, por la atmósfera esta que me olía yo, por la divertida música y por el hecho de saber que se está en un lugar lleno de camaradería y, como dicen por ahí, rebosante de energía. Mejor dicho, la fiesta de robot en Bogotá estuvo una chimba. Yo me la pasé muy prendidito en el bar, estaba bebiendo como un cosaco y, aunque no parezca, hacía un buen tiempo que no lo hacía pero, qué podía hacer, estaba feliz, contento de ver que la maldita fiesta que quería para Medellín se estaba desarrollando con lujo en Bogotá. "Qué coman mierda en Medellín, montón de miserables, ya la estamos haciendo en Bogotá", me decía a mí mismo mientras me daba un buen trago de ron y pensaba en esos triunfos pírricos que hacen que uno siga para adelante porque, no nos digamos mentiras, el hecho de que la fiesta haya salido bien en Bogotá no deja de ser, después de todo, un triunfo insignificante, de nada, porque la verdadera batalla para mí siempre estará frente al papel, presto a vencer o perder cada vez que me dispongo a dibujar un cómic más, otro más.
Lo mejor de la fiesta fue, definitivamente, el toque de la banda Los Atroces en el sótano del bar Socorro. Yo estuve a punto de perdérmelo, estaba todo alelado, ensimismado en el barra del bar, tomándome mi cóctel habitual (ron con cerveza) cuando alguien, no sé quien, me dijo que abajo, en el sótano, ya estaban tocando Los Atroces. "Entonces vamos a ver como es que tocan estos pelados", me dije a mi mismo, bajé al sótano y me quedé en un rincón, cerca a la puerta, escuchando las estridencias musicales de estas estrellas del rock: Y lo digo así no en todo irónico ni sarcástico sino todo lo contrario, afirmándolo rotundamente porque Los Atroces tocaron esa noche de una manera deliciosa. Esta banda tiene lo que pocas, o lo que muchas pierden después de los primeros toques, es un nosequé que llamaremos coloquialmente modjo, un poder especial en su puesta en escena y Los Atroces destilaron modjo esa noche, sobre todo su bajista Andrés Bustamante. Con Andrés me saludé, como una hora antes en la barra del bar (yo estuve casi todo el tiempo en la barra del bar esa noche), el hombre estaba muy borracho, un poco más que yo, y en ese momento me prometió un toque muy bueno, y no decepcionó pues durante la presentación de Los Atroces Andrés fue el verdadero rock star de la noche: prendido de alcohol y todo, alcanzaba a digital las cuerdas del bajo eléctrico al mismo tiempo que se abalanzaba hacia el público en un vaivén rítmico y loco que le imprimía poder a la banda al mismo tiempo que destilaba ese modjo que me hizo pensar mientras escuchaba a Los Atroces: "No es que toquen una maravilla pero la actitud es del putas, así es que debe ser una banda". Bueno, me animé a bailar en medio del toque y hasta algo de ridículo hice cuando acudía al micrófono, azuzado por Andrés a que cantara alguna de las piezas que tocaban Los Atroces, no sobra decir que no cantaba nada y que de hecho hacía el ridículo pero qué importa entrar en vergüenza si lo que se está es pasando bomba. En Los Atroces también toca la batería Inu Waters, excelente dibujante y amigo también de la casa, así que la bandita tiene buenos elementos entre sus integrantes. Esta bien, esta bien, no son ningunos virtuosos, no la hacen toda musicalmente pero tienen eso, de lo que te hable más arriba y que es característico de muchas bandas que empiezan y que ojala estos no la pierdan, eso que también llaman actitud (pocas lo tienen en Locombia, digamos que a ese estilo el modjo también lo poseen Los Sorners).
Fin del toque de Los Atroces, más música divertida de ping-pong en la sala uno de Socorro y después, como una hora antes de acabar se me borró el cassette, es decir perdí la memoria por el montón de alcohol que bebí, sin embargo, indagando después entre los amiguetes, parece que no cometí ninguna desfachatez así que me dio por bien servido.
Como sabes me fuí a Bogotá el 30 de agosto y llegué el 31 en la madrugada, después de un merecido descanso, hasta el mediodía del viernes, partí a la galería El Bodegón a montar la exposición retrospectiva, allí me esperaba Lorena Espitia y los otros amigos de la galería para hacer el montaje, que se hizo en tiempo record dado que eran más de cien piezas por montar [pronto, aquí mismo, las fotoas de la exposición]. A las 5:00 pm, sin embargo, estuvo listo el montaje y ahí sí me pude tomar mi primera cerveza (la primerita del caudal que se vendría...). La gente fue llegando y ahí sí los cuadritos con los robots y la gente mirando y yo bebiendo cerveza, y llega Diego Guerra con Andrezzinho y siéntense para que hablemos de cómics y nos tomemos una cerveza, y las primeras personas que se van y otras que llegan y pidamos otra cerveza porque esta ya se acabó y venda un fanzine, que alguien quiso comprar, o también un libro de robot, y mire usted que ya no voy a tener que sacar plata del cajero porque con estas ventas me voy pagando la cerveza que ya me está empezando a marear.
El ritmo de entrada de la gente a la exposición de la galería es lo que aquí llamamos graneadito, es decir, de a poquitos, de a pedacitos, entonces entraban tres o cuatro y se iban cinco o seis que ya habían visto los robots, se iban luego los tres o cuatro y entraban cuatro o cinco más después, entonces la galería nunca tuvo un quórum como para iniciar el anunciado conversatorio, es verdad que siempre permanecieron diez o quince personas dentro de la galería pero esos eran amigos míos y colaboradores de robot y para qué hacer una charla sobre algo que ellos ya saben y se han cansado de oír. Así que por eso no se pudo hacer el conversatorio, pero no importa porque luego, en otra ocasión, lo haremos, tiempo de sobra hay para sentarse a escuchar sandeces de un retrasado mental como yo, además yo ya estaba algo prendidito por las cervezas que me había tomado. Pero el asunto se prende más con el aguardiente que traen Marco y Tebo y las cervecitas que también sigo tomando, venda fanzines, algunos libros de robot y siga tomando ("suavecito que falta la fiesta", me digo a mí mismo pero no me hago caso, qué desobediente soy).
Ya son como las 10:00 pm y es hora de cambiar de lugar, es decir partir de la galería El Bodegón y dirigirnos al bar Socorro para la fiesta carajo porque para eso vinimos, a pasar un rato reagradable con los amigos de Bogotá. ¿El libro de robot? Esas son siempre excusas chimbas para justificar el estar con los amiguetes un buen rato, ya que hace un largo tiempo que no se les ve. Gracias a la galería El Bodegón por la exposición, me gustó mucho el sitio y espero que nos lo presten para futuras incursiones. Y ahora sí a la fiesta, que lo que hicimos al final de la tarde y ahora hasta las 10:00 pm fue sólo calentar motores, a ver pues Truchafrita para que te sirve a vos hacer cómics si no es para juergiar y hacer fiestecitas cuando terminás un fanzine u otra publicación (claro que sí, qué despierto estás leyendo esta entrada, otras publicaciones como el libro de robot. ¿Ya lo tenés? ¿Si lo compraste? Todavía hay, pero ojo que ya se van a acabar). Corremos entonces las sillas para el bar Socorro, nos vamos caminando de la galería El Bodegón al bar Socorro porque está ahí cerquita, cosa rara en Bogotá que todo tiene unas distancias aburridamente largas.
Cuando la gente se acostumbra a una cosa no hay poder que los disuada de ello. En Medellín la gente parece acostumbrada a la gacetilla de robot, bueno es normal porque llevamos cuatro años regalándoles la gacetilla y ya se acostumbraron a que todo lo que tiene que ver con eso es regalado y entonces les duele demasiado, después de que se les ha regalado por largo tiempo, pagar por algo que a leguas se tiene que cobrar (como el libro de robot). Entonces creen que porque se les regala una cosita todo lo demás que tenga que ver con robot tiene que tener un carácter gratuito. Ay, ay, ay, "la gente, no son más que arena", decía Napoleón, y parece ser verdad cuando se va a otro lugar y uno compara, pues en otros círculos se valora con creces lo que parece que no es nada en el terruño natal. Todo esto para decir que en Bogotá la fiesta-lanzamiento de robot fue muy superior a la que hicimos en Medellín, quizás por lo que anteriormente expliqué o porque simplemente la música en Bogotá estaba mejor, o porque fueron más amiguetes, o porque los amiguetes son menos miserables a la hora de pagar un cover, o porque parece que ese día mucha más gente tenía menos que hacer, o porque había menos enfermos ese día que los que hubo en Medellín el día del lanzamiento del libro de robot. Sea como sea, ya lo dijimos, en Bogotá la fiesta-lanzamiento del libro de robot estuvo de rechupete, justo como nos habíamos imaginado que tenía que ser: toda la muchachada amiga de robot en la capital (o casi toda, seguro había gente enferma, con muchos más compromisos o, simplemente, apática a ir ese día a disfrutar con el robot), también muchos conocidos, curiosos y alguno que otro despistado que cayó ese día y que contribuyó con su cuota demográfica para hacer bulto en la fiesta, además de la música que puso ping-pong (sí, Rodrigo, seguiré diciendo ping-pong porque a mí me gusta más decir ping-pong. Además para molestarte un poco con el asunto) y la súper presentación de Los Atroces, a la que me referiré más adelante.
Como viejo zorro de juergas y fiestas que soy e adquirido la capacidad, en cierto momento, de oler la atmósfera presente en fiestas y toques musicales y puedo asegurarles que la de la fiesta del robot estaba cargada de diversión y entretenimiento. Así lo vi, o mejor lo olí, porque yo la pase bomba e, intuyo, que los que estaban a mi alrededor también la pasaron así (bueno, por lo menos nadie se fue del bar en multitud), en parte por ese ambiente, por la atmósfera esta que me olía yo, por la divertida música y por el hecho de saber que se está en un lugar lleno de camaradería y, como dicen por ahí, rebosante de energía. Mejor dicho, la fiesta de robot en Bogotá estuvo una chimba. Yo me la pasé muy prendidito en el bar, estaba bebiendo como un cosaco y, aunque no parezca, hacía un buen tiempo que no lo hacía pero, qué podía hacer, estaba feliz, contento de ver que la maldita fiesta que quería para Medellín se estaba desarrollando con lujo en Bogotá. "Qué coman mierda en Medellín, montón de miserables, ya la estamos haciendo en Bogotá", me decía a mí mismo mientras me daba un buen trago de ron y pensaba en esos triunfos pírricos que hacen que uno siga para adelante porque, no nos digamos mentiras, el hecho de que la fiesta haya salido bien en Bogotá no deja de ser, después de todo, un triunfo insignificante, de nada, porque la verdadera batalla para mí siempre estará frente al papel, presto a vencer o perder cada vez que me dispongo a dibujar un cómic más, otro más.
Lo mejor de la fiesta fue, definitivamente, el toque de la banda Los Atroces en el sótano del bar Socorro. Yo estuve a punto de perdérmelo, estaba todo alelado, ensimismado en el barra del bar, tomándome mi cóctel habitual (ron con cerveza) cuando alguien, no sé quien, me dijo que abajo, en el sótano, ya estaban tocando Los Atroces. "Entonces vamos a ver como es que tocan estos pelados", me dije a mi mismo, bajé al sótano y me quedé en un rincón, cerca a la puerta, escuchando las estridencias musicales de estas estrellas del rock: Y lo digo así no en todo irónico ni sarcástico sino todo lo contrario, afirmándolo rotundamente porque Los Atroces tocaron esa noche de una manera deliciosa. Esta banda tiene lo que pocas, o lo que muchas pierden después de los primeros toques, es un nosequé que llamaremos coloquialmente modjo, un poder especial en su puesta en escena y Los Atroces destilaron modjo esa noche, sobre todo su bajista Andrés Bustamante. Con Andrés me saludé, como una hora antes en la barra del bar (yo estuve casi todo el tiempo en la barra del bar esa noche), el hombre estaba muy borracho, un poco más que yo, y en ese momento me prometió un toque muy bueno, y no decepcionó pues durante la presentación de Los Atroces Andrés fue el verdadero rock star de la noche: prendido de alcohol y todo, alcanzaba a digital las cuerdas del bajo eléctrico al mismo tiempo que se abalanzaba hacia el público en un vaivén rítmico y loco que le imprimía poder a la banda al mismo tiempo que destilaba ese modjo que me hizo pensar mientras escuchaba a Los Atroces: "No es que toquen una maravilla pero la actitud es del putas, así es que debe ser una banda". Bueno, me animé a bailar en medio del toque y hasta algo de ridículo hice cuando acudía al micrófono, azuzado por Andrés a que cantara alguna de las piezas que tocaban Los Atroces, no sobra decir que no cantaba nada y que de hecho hacía el ridículo pero qué importa entrar en vergüenza si lo que se está es pasando bomba. En Los Atroces también toca la batería Inu Waters, excelente dibujante y amigo también de la casa, así que la bandita tiene buenos elementos entre sus integrantes. Esta bien, esta bien, no son ningunos virtuosos, no la hacen toda musicalmente pero tienen eso, de lo que te hable más arriba y que es característico de muchas bandas que empiezan y que ojala estos no la pierdan, eso que también llaman actitud (pocas lo tienen en Locombia, digamos que a ese estilo el modjo también lo poseen Los Sorners).
Fin del toque de Los Atroces, más música divertida de ping-pong en la sala uno de Socorro y después, como una hora antes de acabar se me borró el cassette, es decir perdí la memoria por el montón de alcohol que bebí, sin embargo, indagando después entre los amiguetes, parece que no cometí ninguna desfachatez así que me dio por bien servido.
2 comentarios:
como que sin cobrarte un peso, te dije que eran 250mil, tú dijiste que pagaba la mona :P
¿Cómo así? Timo, timo. ¿Aprovechaste un momento de debilidad, en medio del psicoanálisis, para cobrarme por la sesión además de hacérselos pagar a la mona? Esto es inaudito, ya ni en los psicoanalistas se puede confiar, voy a tener que volver al rebaño de la parroquia de mi barrio.
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