Ser
coleccionista es una actividad apasionante, rigurosa, aplastante y angustiosa.
Debe haber una especie de neurosis en la persona que convierte en una obsesión
el juntar objetos —qué importa de qué tipo sean estos—, y clasificarlos ayudado
por la fecha de su fabricación, por quién lo construyó o creó, por el lugar en
donde fue hecho o por alguna anécdota relacionada con esas tres variantes.
Wimbledon Green
es un sujeto de esos, un coleccionista que ha hecho de su vida una obsesión por
poseer los más singulares cómics de la llamada época de oro. Historietas de la
década de 1940 en formato de comic-book
son su objetivo; recorre infinidad de lugares en busca de las piezas que le son
esquivas, sobre todo aquella historieta que se le ha escapado toda su vida y
que persigue como quien busca el Santo Grial. Estamos en presencia pues del
mayor coleccionista de cómics del mundo, el mismo Wimbledon Green se ha
autonombrado así, aunque algunos de sus adversarios en el coleccionismo de
historietas no están tan del todo seguros pues, incluso, lo han llegado a
acusar de maniobras poco leales, y poco legales, para conseguir ejemplares y
colecciones enteras.
Tal personaje
merecía una historia larga y tendida. Por eso ha sido el dibujante canadiense
Seth (seudónimo de Gregory Gallant, 1962) quien se ha encargado de sacarlo de
sus cuadernos de bocetos, en donde fue creado y en donde la historia tomó
vuelo, hasta convertirlo en un libro. Wimbledon
Green (Ediciones Sinsentido, Madrid, 2011, para la edición en español) es
una obra que retrata justamente ese mundo del coleccionismo en cómic, con la
ayuda de una muy entretenida historia acerca de este personaje de ficción, sus
aventuras y la rivalidad con otros coleccionistas de historietas.
Esta es una obra
un poco diferente a las que nos tenía acostumbrado Seth en libros como La vida es buena si no te rindes, y es
el inicio de un díptico que se completará con George Sprott 1894-1975. Seth muestra en Wimbledon Green una narración fragmentada en donde el lector pasa
de ser espectador de las aventuras de búsqueda y rivalidad con los demás
coleccionistas, a sentarse y escuchar la opinión de un librero, de un simple
lector de historietas o de uno de sus rivales acerca de la misteriosa vida de Wimbledon
Green. Además, el relato sufre cambios de tiempo en los que, muchas veces,
retrocedemos para conocer algún detalle clave acerca del mayor coleccionista de
cómics. De esta forma vamos desentramando la misteriosa, desparpajada y
excéntrica personalidad de Wimbledon Green.
La historieta
está construida en un montaje de pequeñas viñetas (en algunos casos hasta veinte
por página), en donde el detalle se sacrifica por la acción y el ritmo que
lleva la historia. El dibujo también es un poco simple, en parte por el tamaño
reducido de las viñetas, y recuerda mucho esas historietas de los años veinte,
recopiladas luego en unos protocomic-books por
allá en los treinta y cuarenta, que llevaban el nombre de funnies. Todo esto privilegia la historia que Seth quiere contar,
todo un asunto de obsesión por las publicaciones de cómic: la rivalidad entre
grandes coleccionistas; las huidas, persecuciones y reencuentros desagradables
entre enemigos de afición; las anécdotas alrededor de los hallazgos y perdidas;
la satisfacción de encontrar un ejemplar que se creía perdido; la búsqueda
incansable de ese Santo Grial del cómic y el mayor anhelo por ser el
único que tenga la más grande colección de historietas del mundo.
Pero también el
montaje, el dibujo y parte de esa narración entrecortada que aplica Seth en Wimbledon Green viene de la influencia
del estadounidense Chris Ware, quien durante más de tres décadas ha ido
abriendo frontera en los cómics y mostrando otro tipo de estéticas. No en vano
Seth inicia su libro así: “dedicado a mi amigo Chris Ware, que sigue mostrándome
el camino”.
Wimbledon Green es una obra que surge directamente del cuaderno de dibujo de su autor y quizás por eso es un cómic fresco, suelto y divertido, que recuerda las historietas de antaño y que, al mismo tiempo, está parado estética y narrativamente en nuestros tiempos. Además es una obra sobre un asunto apasionante y que, al mismo tiempo, le ha hecho un daño terrible a las historietas: el coleccionismo.
Álvaro Vélez (truchafrita)
Wimbledon Green es una obra que surge directamente del cuaderno de dibujo de su autor y quizás por eso es un cómic fresco, suelto y divertido, que recuerda las historietas de antaño y que, al mismo tiempo, está parado estética y narrativamente en nuestros tiempos. Además es una obra sobre un asunto apasionante y que, al mismo tiempo, le ha hecho un daño terrible a las historietas: el coleccionismo.
Álvaro Vélez (truchafrita)
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