Editorial Bruguera era, a
mediados del siglo pasado, una factoría de historietas que se hacían en un
proceso similar al industrial. Era necesario cumplir a cabalidad con los
tiempos de entregas, para las diferentes publicaciones que manejaba la
Editorial. Los dibujantes por lo tanto estaban siempre en una continua labor,
en los escritorios de las oficinas de Bruguera, en profunda concentración con
su trabajo, pues las distracciones eran vistas como un grave obstáculo a la
dinámica de producción de una editorial que no podía darse el lujo de frenar
sus múltiples publicaciones.
Pero en toda organización hay
elementos que obstaculizan el buen desempeño. O, mejor dicho, individuos que no
están dispuestos a seguir el camino de los demás, por el sólo argumento de la
prosperidad de la empresa colectiva. En las oficinas de Editorial Bruguera, por
allá en los años cincuenta y sesenta, había un “agente” disociador: Manuel
Vázquez (Madrid, 1930 - Barcelona, 1995).
Es indudable que Manuel
Vázquez era el más brillante de los dibujantes de cómics, dentro de la empresa
editorial, por lo menos hasta la llegada de Francisco Ibáñez (creador de los
famosos detectives Mortadelo Y Filemón)
quien por su disciplina y productividad terminó destronando
a Vázquez como el mejor de Bruguera. Pero también sería el mismo Manuel Vázquez
quien se encargaría de acabar con su propia reputación. A pesar de sus exitosos
personajes, como La familia Cebolleta, Las hermanas Gilda o Anacleto, agente secreto, su propia vida parecía eclipsar su
excelencia creativa. Vázquez era un moroso empedernido, al parecer nunca logró
llegar a fin de mes, y sus cuentas se elevaban cada vez más (sobre todo con el
servicio de sastres) lo que propició una serie de engaños en la Editorial: un
permiso, y un adelanto, por la falsa muerte de su padre; entregas de
historietas con chistes repetidos en ediciones anteriores; páginas de
historietas sin terminar; promesas de entregar trabajo con pagos adelantados
(obviamente el trabajo nunca llegaba).
Pero la
vida de Manuel Vázquez no para ahí, se trata de un excelente dibujante, el mejor
de su generación, pero también de un autentico caradura, un pillo, un vividor
de tiempo completo. Con tal de poder cobrar y salir de la asfixiante atmosfera
fabril de Bruguera, Vázquez hacía hasta lo imposible. Pero igualmente es verdad
que, en cierto sentido, este dibujante estrella y rufián al mismo tiempo,
contribuyó a que las condiciones en el trabajo de los dibujantes de historietas
en España fuera de un poco más de respeto. Es interesante escuchar al propio
Vázquez sobre cómo era el entorno laboral, por aquel entonces, en la Editorial
Bruguera:
Éramos como los esclavos de galeras, pegados al tablero de dibujo
sin parar de dibujar. Controlándolo todo estaba el inefable señor González. El
señor Bruguera iba de respetable burgués catalán y no se rebajaba a tratarse
con la chusma que tenía a sus órdenes. Así que buscó un capataz de confianza,
que era el amigo González. Este González, era, pues, una especie de
Robespierre, de Rasputín que lo controlaba todo y que ejercía de padre de todos
nosotros. A veces iba de benévolo, a veces pegaba alguna que otra bronca...
Puede pensarse entonces que Manuel Vázquez era, además o a pesar
de pillo, un transgresor de la norma, de las duras condiciones laborales de la
Editorial. Aunque no se puede negar que Vázquez se tomaba la vida de manera muy relajada y sin vergüenza. No sólo fue
dibujante sino también proxeneta, pues tuvo una casa de prostitución en Madrid
(en la calle Ayala, según cuenta él mismo), se caso varias veces, tuvo 11 hijos
e ingreso a la cárcel en tres ocasiones (una de ellas por bigamia). Manuel
Vázquez parece ser un tipo que no se las dio de media tinta, además de una vida
licenciosa está el testimonio de sus innumerables páginas de cómics, en
especial las de su personaje de El tío
Vázquez, una historieta basada en sus propias correrías, picarescas y
fechorías.
En 2010 se estrenó en España la película El gran Vázquez (dirigida por Óscar Aibar), que muestra, a manera
de una tragicomedia o la estilo de la picaresca cinematográfica, parte de la
vida de este dibujante –quién es protagonizado por el reconocido actor Santiago Segura–, sobre todo de sus
engaños al servicio de sastres y conserjes, y sus trucos para evadir el trabajo.
Pero también, gran parte del testimonio de este hombre que vivió engañando,
para escapar de las ataduras de la vida laboral, está contenido en sus páginas
de historietas, obras cargadas de dinamismo, muchas de ellas con un dibujo y
una narración para el público infantil, pero que guardan entre sus viñetas las
peripecias de un pillín, de un niño grande como Manuel Vázquez.
Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia (2011).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia (2011).
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