Pongámonos serios y hablemos del más
grande dibujante de cómics vivo: Robert Crumb (Filadelfia, 1943). Dos libros,
para empezar, hablan hoy de ese monumento vivo que es Crumb: Tus ganas de vivir me horrorizan. Correspondencia
1958-1977 y R. Crumb. Entrevistas y
cómics. Durante más de cuatro décadas —con un pequeño periodo oscuro
durante los años ochenta— Robert Crumb se ha mantenido en la cresta de la ola
del cómic norteamericano y mundial.
Se puede decir que Crumb dibuja desde
que tiene uso de razón; de eso nos enteramos por el documental acerca de su
obra, dirigido por Terry Zwigoff titulado, de manera concisa, Crumb (1994). A ese documental se le han
sumado en los últimos años dos obras que ayudan a completar las vivencias y
personalidad del gran dibujante. En Tus
ganas de vivir me horrorizan. Correspondencia 1958-1977 (Dolmen Editorial,
2009) presenciamos el periodo de formación de Crumb. Se trata de una serie de
cartas enviadas a dos de sus grandes amigos de la adolescencia y la primera
juventud: Marty Pahls y Mike Britt; ellos serán los depositarios y cómplices de
la pasión de Crumb por la música tradicional norteamericana, por el
coleccionismo de discos de vinilo y cómics y, sobre todo, por el dibujo de historietas.
Dudas, arrebatos, desencantos, obsesiones y temores asaltan al dibujante en la
correspondencia a sus amigos, que cubre casi dos décadas. Pero también, en esas
cartas, están consignados todos los obstáculos, frustraciones y deseos del
adolescente Crumb: su familia disfuncional, la pobreza, sus fallidos intentos de
socializar con el mundo que lo rodea, con sus compañeros de colegio y, sobre
todo, con las mujeres. Este último aspecto es el que más constancia tiene en
sus misivas y el que, a la postre, se convertirá en una de las columnas
vertebrales de toda su obra en historieta.
No tengo nada contra las chicas. De hecho no soy lo que tú
llamarías un “ardiente feminista”. Idolatro la naturaleza femenina (¿quién
no?). Lo que pasa es que la mayoría son como tu amiga Carol… Sólo buscan la
felicidad artificial. Lo que creen que quieren no es realmente lo que quieren
en absoluto. Hay algunas excepciones, supongo. Pero no puedo llevarme bien con
las chicas porque no encajo en sus ilusiones. Lo que quiero dar, ellas no
parecen quererlo. No sé. Quizás cuando sean mayores. (Dover, 28 de mayo de
1961).
En su correspondencia también podemos
apreciar la profunda dedicación de Crumb por el dibujo de historietas. El
maestro se hace a pulso, a punta de trabajo duro y constante. Aunque más que
empeño se trata de una obsesión. Comparte con sus amigos sus inquietudes como
dibujante, las metas que quiere alcanzar, analiza el panorama del dibujo de
cómics en su época, los dibujantes que más aprecia de su presente y su pasado,
las publicaciones que acogen o acogieron a esos dibujantes. Parece que todo el
tiempo Crumb está pensando en su obra, o mejor, en cómo quiere crear su obra.
Creo que la mayoría de los
dibujantes se vieron obligados a hacer del dibujo el trabajo de su vida porque
descubrieron que no estaban hechos para la vida que la mayoría de los hombres
viven... No podrían haberse adaptado a las normas, así que se fueron por su
propio camino y crearon sus propios mundos... Noto que cuando hay un montón de
gente y cosas a mi alrededor con las que disfruto, descuido mi dibujo
completamente... Me importa un bledo éste... Pero tarde o temprano siempre
vuelvo a él... Es como un refugio contra la terrible confusión y tristeza de la
vida real... (Cleveland, 17 de agosto de 1963).
Vemos, a través de sus cartas,el
ascenso de Crumb en el mundo de los cómics (por lo menos en Estados Unidos o en
la costa oeste, en especial en San Francisco), desde el chico de quince años
temeroso del mundo hasta el joven de veinticuatro años empezando a disfrutar de
las mieles del éxito. Bueno, ese éxito también viene acompañado de problemas
legales y maritales, asuntos nada agradables que serán un poco más claros en
otro de los libros acerca de su vida y obra.
En R.
Crumb. Entrevista y cómics (Gallo Nero Ediciones, 2014) se resuelven
nuestras dudas acerca de algunos pasajes de la vida del gran dibujante: cinco
entrevistas para editores y revistas especializadas compila el libro (entre
1984 y 1995). Aquí Crumb lo cuenta todo (o casi todo): su niñez y adolescencia
en medio de las peleas entre sus padres y la autoridad de su hermano Charles,
la locura de Charles y el descarrile de su otro hermano Maxon, la distancia con
sus hermanas desde la juventud, sus primeros pasos en la vida laboral, el
ascenso al éxito y los problemas de la fama. Todos los tópicos que se pueden
encontrar en sus historietas son tratados en esta serie de entrevistas: por
supuesto, su extraña relación con las mujeres, su sentido antisistema, el
retraimiento que le permite su oficio, el amor por su hija, su remordimiento
por haber estado distanciado de su primer hijo, el profundo respeto que siente
por la música tradicional norteamericana (en especial por el blues, por la
música negra de principios del siglo XX)
y el desprecio absoluto por el poder político y económico.
Podría decirse que el europeo medio también es idiota, pero
su sistema incluye un poco más a la gente. Están un poco más informados, de una
manera inteligente. Sus medios de comunicación y todo eso no tienen un enfoque
tan sensacionalista. También hay periódicos estúpidos que no hablan más que de
cotilleos, pero no es lo único que hay. (De una entrevista realizada por Gary
Groth y publicada originalmente en The
Comic Journal, abril de 1993).
También se encuentra, en esta serie de
entrevistas, la opinión de Crumb con respecto a su ascenso en el mundo de los
cómics, su primer éxito de los años sesenta y setenta, impulsado por la onda
hippie –a la cual nunca perteneció de lleno y que, por eso mismo, logró superar–
y los movimientos contraculturales de la época, cuyo epicentro fue la ciudad de
San Francisco, en la cual Crumb se afincó por un buen tiempo; su “retiro” del
gran escenario de las viñetas, en los años ochenta, una salida involuntaria,
pues se trataba más bien de un desgaste del mundo de la contracultura y el hipismo
de los sesenta; y, finalmente, su gran reaparición después de estrenarse el
documental Crumb, en 1994.
Quizás no todos opinen lo mismo, tal
vez reciba comentarios reprobatorios de algunos lectores (unos insultarán,
espero que pocos), pero me reafirmo en el hecho de que Robert Crumb es el
dibujante vivo más importante del presente. Quizás algunos vean que tal título
le queda mejor a un dibujante europeo o incluso, y más aún, a uno japonés. Pero
después de haber leído gran parte de su obra (y como ya dije, constante durante
más de cuarenta años) y de haber disfrutado de algo de su mundo más íntimo y de
sus opiniones particulares acerca de casi todo en su libro de correspondencia,
en el libro de entrevistas y en el documental de 1994, creo que no me queda
ninguna duda acerca de la altura de Robert Crumb, el gran dibujante.
Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 322 (oct-dic de 2015).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 322 (oct-dic de 2015).
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