viernes, 18 de diciembre de 2015

Crumb, el gran dibujante

Pongámonos serios y hablemos del más grande dibujante de cómics vivo: Robert Crumb (Filadelfia, 1943). Dos libros, para empezar, hablan hoy de ese monumento vivo que es Crumb: Tus ganas de vivir me horrorizan. Correspondencia 1958-1977 y R. Crumb. Entrevistas y cómics. Durante más de cuatro décadas —con un pequeño periodo oscuro durante los años ochenta— Robert Crumb se ha mantenido en la cresta de la ola del cómic norteamericano y mundial.


Se puede decir que Crumb dibuja desde que tiene uso de razón; de eso nos enteramos por el documental acerca de su obra, dirigido por Terry Zwigoff titulado, de manera concisa, Crumb (1994). A ese documental se le han sumado en los últimos años dos obras que ayudan a completar las vivencias y personalidad del gran dibujante. En Tus ganas de vivir me horrorizan. Correspondencia 1958-1977 (Dolmen Editorial, 2009) presenciamos el periodo de formación de Crumb. Se trata de una serie de cartas enviadas a dos de sus grandes amigos de la adolescencia y la primera juventud: Marty Pahls y Mike Britt; ellos serán los depositarios y cómplices de la pasión de Crumb por la música tradicional norteamericana, por el coleccionismo de discos de vinilo y cómics y, sobre todo, por el dibujo de historietas. Dudas, arrebatos, desencantos, obsesiones y temores asaltan al dibujante en la correspondencia a sus amigos, que cubre casi dos décadas. Pero también, en esas cartas, están consignados todos los obstáculos, frustraciones y deseos del adolescente Crumb: su familia disfuncional, la pobreza, sus fallidos intentos de socializar con el mundo que lo rodea, con sus compañeros de colegio y, sobre todo, con las mujeres. Este último aspecto es el que más constancia tiene en sus misivas y el que, a la postre, se convertirá en una de las columnas vertebrales de toda su obra en historieta.

No tengo nada contra las chicas. De hecho no soy lo que tú llamarías un “ardiente feminista”. Idolatro la naturaleza femenina (¿quién no?). Lo que pasa es que la mayoría son como tu amiga Carol… Sólo buscan la felicidad artificial. Lo que creen que quieren no es realmente lo que quieren en absoluto. Hay algunas excepciones, supongo. Pero no puedo llevarme bien con las chicas porque no encajo en sus ilusiones. Lo que quiero dar, ellas no parecen quererlo. No sé. Quizás cuando sean mayores. (Dover, 28 de mayo de 1961).

En su correspondencia también podemos apreciar la profunda dedicación de Crumb por el dibujo de historietas. El maestro se hace a pulso, a punta de trabajo duro y constante. Aunque más que empeño se trata de una obsesión. Comparte con sus amigos sus inquietudes como dibujante, las metas que quiere alcanzar, analiza el panorama del dibujo de cómics en su época, los dibujantes que más aprecia de su presente y su pasado, las publicaciones que acogen o acogieron a esos dibujantes. Parece que todo el tiempo Crumb está pensando en su obra, o mejor, en cómo quiere crear su obra.

Creo que la mayoría de los dibujantes se vieron obligados a hacer del dibujo el trabajo de su vida porque descubrieron que no estaban hechos para la vida que la mayoría de los hombres viven... No podrían haberse adaptado a las normas, así que se fueron por su propio camino y crearon sus propios mundos... Noto que cuando hay un montón de gente y cosas a mi alrededor con las que disfruto, descuido mi dibujo completamente... Me importa un bledo éste... Pero tarde o temprano siempre vuelvo a él... Es como un refugio contra la terrible confusión y tristeza de la vida real... (Cleveland, 17 de agosto de 1963).

Vemos, a través de sus cartas,el ascenso de Crumb en el mundo de los cómics (por lo menos en Estados Unidos o en la costa oeste, en especial en San Francisco), desde el chico de quince años temeroso del mundo hasta el joven de veinticuatro años empezando a disfrutar de las mieles del éxito. Bueno, ese éxito también viene acompañado de problemas legales y maritales, asuntos nada agradables que serán un poco más claros en otro de los libros acerca de su vida y obra.


En R. Crumb. Entrevista y cómics (Gallo Nero Ediciones, 2014) se resuelven nuestras dudas acerca de algunos pasajes de la vida del gran dibujante: cinco entrevistas para editores y revistas especializadas compila el libro (entre 1984 y 1995). Aquí Crumb lo cuenta todo (o casi todo): su niñez y adolescencia en medio de las peleas entre sus padres y la autoridad de su hermano Charles, la locura de Charles y el descarrile de su otro hermano Maxon, la distancia con sus hermanas desde la juventud, sus primeros pasos en la vida laboral, el ascenso al éxito y los problemas de la fama. Todos los tópicos que se pueden encontrar en sus historietas son tratados en esta serie de entrevistas: por supuesto, su extraña relación con las mujeres, su sentido antisistema, el retraimiento que le permite su oficio, el amor por su hija, su remordimiento por haber estado distanciado de su primer hijo, el profundo respeto que siente por la música tradicional norteamericana (en especial por el blues, por la música negra de principios del siglo XX) y el desprecio absoluto por el poder político y económico.

Podría decirse que el europeo medio también es idiota, pero su sistema incluye un poco más a la gente. Están un poco más informados, de una manera inteligente. Sus medios de comunicación y todo eso no tienen un enfoque tan sensacionalista. También hay periódicos estúpidos que no hablan más que de cotilleos, pero no es lo único que hay. (De una entrevista realizada por Gary Groth y publicada originalmente en The Comic Journal, abril de 1993).

También se encuentra, en esta serie de entrevistas, la opinión de Crumb con respecto a su ascenso en el mundo de los cómics, su primer éxito de los años sesenta y setenta, impulsado por la onda hippie –a la cual nunca perteneció de lleno y que, por eso mismo, logró superar– y los movimientos contraculturales de la época, cuyo epicentro fue la ciudad de San Francisco, en la cual Crumb se afincó por un buen tiempo; su “retiro” del gran escenario de las viñetas, en los años ochenta, una salida involuntaria, pues se trataba más bien de un desgaste del mundo de la contracultura y el hipismo de los sesenta; y, finalmente, su gran reaparición después de estrenarse el documental Crumb, en 1994.


Quizás no todos opinen lo mismo, tal vez reciba comentarios reprobatorios de algunos lectores (unos insultarán, espero que pocos), pero me reafirmo en el hecho de que Robert Crumb es el dibujante vivo más importante del presente. Quizás algunos vean que tal título le queda mejor a un dibujante europeo o incluso, y más aún, a uno japonés. Pero después de haber leído gran parte de su obra (y como ya dije, constante durante más de cuarenta años) y de haber disfrutado de algo de su mundo más íntimo y de sus opiniones particulares acerca de casi todo en su libro de correspondencia, en el libro de entrevistas y en el documental de 1994, creo que no me queda ninguna duda acerca de la altura de Robert Crumb, el gran dibujante.

Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 322 (oct-dic de 2015).