martes, 24 de octubre de 2017

El otro Paul

Paul McCartney está muerto. Bueno, por lo menos parece que ya murió, y hace bastante rato. El 9 de noviembre de 1966, después de una discusión en el estudio con los miembros de la banda (en particular, con John Lennon), Paul McCartney sale de madrugada en su auto, un Austin-Healey blanco, recoge a una chica en el camino y ambos se accidentan, allí muere Paul. Hay múltiples versiones del suceso y un periodo de dos días, entre el 9 y el 11 de noviembre de 1966. Otra versión habla de una fiesta, incluso con integrantes de The Rolling Stones, pero quedémonos, por cuestiones de espacio, con la primera que se ha expuesto: al parecer la chica que recoge en el camino, cuyo nombre es Rita, se da cuenta que es el mismísimo Paul McCartney y se pone histérica, la confusión del momento hace que Paul pierda el control del auto y termine en un saldo trágico (aunque la chica sobrevive al accidente).


Son todas conjeturas y existen versiones variopintas en la Internet, desde un documental que muestra la supuesta confesión póstuma de George Harrison (The Last Testament of George Harrison, 2010) hasta teorías sin pies ni cabeza, eso si aceptamos que las declaraciones de Harrison son verídicas. Pero justamente de lo que estamos hablando es de una teoría de conspiración, una confabulación que, en muchos casos, si está bien armada puede ser muy fascinante y hasta ponernos a dudar acerca de la veracidad de sus tesis.
En el mundo del rock, tan atrayente por todo lo que envuelve: el arte, la música, la fama, el dinero, las mujeres, el sexo, las drogas…, existen miles de leyendas y mitos. Han sido, en gran medida, las estrellas de rock quienes han reemplazado a los dioses o semidioses de antaño y, como tal, muchos de ellos (por no decir que todos) llevan siempre varios mitos y leyendas que completan su aureola de casi divinos. El supuesto pacto con Satanás que hace Robert Plant, el vocalista de Led Zepellin, para obtener gloria, fama y fortuna; el aún más famoso mito de que Elvis Presley aún vive, y que desde su desaparición se refugia en una isla desconocida, junto con otros talentosos, ricos y famosos; la también extraña muerte de Brian Jones, fundador de The Rolling Stones, que va desde un suicidio hasta un asesinato que involucra a algunos miembros de su misma banda o el caso de que Court Cobain, líder de la banda Nirvana, fue asesinado por su esposa Courtney Love son apenas algunas de las decenas, o cientos, de leyendas y mitos alrededor de eso que llamamos rock.


En el caso de la banda The Beatles no podía ser menos. Se trata de un grupo musical de cuatro muchachos que a principios de la década de 1960 empiezan a ganar una fama inusitada. Son muchas las circunstancias que hace que la banda de los cuatro de Liverpool alcancen las cuotas más altas de la popularidad mundial, pero para ahorrar explicaciones al respecto digamos que es una combinación de talento, de muy buena promoción y, sobre todo, de estar justo en el momento y el lugar: la eclosión del movimiento juvenil de la década de 1960. El ascenso de la banda es constante pero también rápido, si se piensa que quizás no había un parangón en esa época. La demostración del poder mediático de John, Paul, George y Ringo es más evidente, sobre todo, cuando los cuatro llegan a los EEUU. La histeria se apodera de los seguidores estadounidenses de la banda inglesa, incluso parece que los músicos se molestan porque los gritos enloquecidos de las fanáticas no dejan escuchar las melodías de la banda, ni siquiera escucharse entre ellos mismos en medio de un concierto. Claro, con las manifestaciones de euforia llegan también las de rechazo, sobre todo en esa extraña región norteamericana que llaman “el cinturón bíblico”. The Beatles son vistos, en muchos casos, como los portadores de la degradación de los valores tradicionales, son el ejemplo de la degeneración de la juventud, una “juventud” que décadas antes había sido más sumisa, menor contestaría y que, además, había ayudado a salvar el mundo de las garras del fascismo, y que ahora debería hacer lo mismo contra el demonio comunista. La indignación creció en Norteamérica con las desafortunadas, y arrogantes, palabras de John Lennon acerca de que ellos, The Beatles, eran ahora más famosos que el mismísimo Jesucristo. Euforia e indignación se convirtieron en un coctel tóxico para los muchachos de una banda inglesa que visitaba, por primera vez, EEUU y dieron una puntada más para los convulsionados años sesenta que estaban en pleno amanecer.


En medio de ese ambiente, con esa popularidad desbordada y casi en la cresta de la ola, sucede el supuesto accidente y muerte de Paul McCartney. Una muerte trágica que tiene tintes de espanto: unos minutos después del accidente aparece en los estudios de grabación, en donde se encuentran John, George y Ringo, un agente del MI5 (la agencia de seguridad británica) con el objetivo de llevar a los tres muchachos para que identifiquen el cuerpo sin vida de Paul, la escena es pavorosa: un Paul McCarney decapitado, con el pelo quemado, sin un ojo y cubierto por una manta, en medio de todo el terrible acontecimiento. La leyenda cuenta que el agente del MI5, a quien nombran simplemente como Maxwell, se burló del cuerpo diciendo que se parecía a una morsa, a lo que John Lennon ofendido por el descarado y humillante calificativo del agente golpeó a Maxwell en repetidas ocasiones mientras repetía: “yo soy la morsa, yo soy la morsa”.
Lo que sigue es toda la trama de la conspiración, lo que ha hecho crear conjeturas tras conjeturas, teorías, afirmaciones sin verificación y todo lo que pueda envolver este tipo de leyendas. Porque se hubiera podido aceptar la muerte de Paul McCartney y, difícilmente pero con cierta resignación, continuar hacia otros caminos, bien el de una banda sin uno de sus integrantes o la desintegración de la misma. Pero era demasiado lo que pesaba sobre The Beatles: el inmenso poder mediático de la banda sobre la juventud, especialmente sobre las adolescentes, podría hacer que el anuncio de la muerte de uno de sus integrantes más queridos generara una ola de suicidios colectivos; también el hecho de que sus tres integrantes sobrevivientes, en una banda en plena cima y con posibilidades reales de ascender mucho más, no aceptaran del todo abandonar The Beatles (y sabiendo aun que la banda no volvería a ser la misma sin Paul) y el hecho también de que, en términos musicales y creativos, John y Paul se encontraban en lo más alto pues habían escrito decenas de canciones, en conjunto, que bien podían suplir años de ausencia creativa del mismo Paul.
Se decide continuar entonces con The Beatles, es menester entonces encontrar un reemplazo… Bueno, no un reemplazo, un doble de Paul McCartney… Ni siquiera un doble, un Paul McCartney. Se encuentra a un tal William Campbell, un canadiense que ganó un concurso de televisión del doble de McCartney. Campbell, a quien los creyentes de la conspiración también hay llamado el falso Paul o Faul, fue sometiéndose a un continuo cambio de aspecto (ayudado por múltiples cirugías), además de instrucciones para caminar, comportarse, gestualizar, cantar y tocar como McCartney. En contubernio con el MI5, Brian Epstein (representante de The Beatles) y los tres miembros restantes de la banda se inicia el truco de trucos de toda la historia del rock. Ahora, los seguidores de la teoría de la conspiración han podido darle pies y cabeza al supuesto gracias a una serie de pistas que los tres integrantes originales de la banda (encabezados por Lennon) han dejado en los álbumes y letras de The Beatles, posteriores a la muerte de Paul.
El primer álbum del que, al parecer, hay ya un registro de esas pistas (según los conspiradores) es Rubber Soul (Capital Records, 1965) en cuya carátula aparecen los cuatro de Liverpool, ya con el falso Paul en un contrapicado que, para los seguidores de la confabulación, es la visión del verdadero Paul McCarney mirándolos desde su tumba. Incluso las caras de los cuatro aparecen distorsionadas, con un leve lente ojo de pez, para que no se distingan las diferencias físicas del falso Paul con el verdadero. Pero, aunque es una interesante conjetura, este primer indició se cae por su propio peso. Rubber Soul sale al mercado en diciembre de 1965 y se supone que el accidente trágico de Paul McCarney será casi un año después…


Quizás se pueda encontrar algún asidero a la teoría mirando la carátula de Yesterday and Today (Capitol Records, 1966). Hay dos versiones de carátulas en este disco: la primera, que al parecer se censuró en su momento, muestra al cuarteto con unas batas parecidas a las de los carniceros sosteniendo trozos de carne y con unas muñecas decapitas (que podrían recordar, de manera subliminal, la muerte y decapitación de Paul). Incluso la cabeza de muñeca que sostiene George Harrison tienen el pelo quemado y le falta un ojo, como al parecer cuentan que se encontraba la cabeza de Paul McCarney en el momento en que les mostraron el cuerpo a los integrantes sobrevivientes. La segunda versión de la carátula es menos macabra, es el cuarteto en una actitud más relajada, como típica banda de muchachos de los sesenta, aunque hay un detalle: Paul se encuentra dentro de un baúl en posición vertical. Para los amantes de la historia del falso Paul esta es más que una pista subliminal, pues el baúl representa un ataúd. Pero Yesterday and Today se publicó en junio de 1966.
En Revolver (Parlophone Records, 1966), los amantes de la conspiración encuentran otro indicio: se trata de un carátula en la que tres de la banda, con sus cabezas dibujadas, parecen estar casi de frente (obviemos a Ringo, que parece mirar hacia arriba) menos, obviamente, Paul quien mira hacia la izquierda en un gesto que, para los seguidores de la teoría, muestra no sólo un alejamiento de la banda sino su total desprendimiento de ella (porque está muerto, dirán algunos). Además, muchos encuentran pistas en las letras del disco (que evadiré aquí por el corto espacio y porque siempre es bueno dejar algo para buscar y rumiar, en la Internet). Pero Revolver sale publicado en agosto de 1966. Al parecer perdemos el tiempo con estos que buscan pistas acerca del falso Paul.
Es quizás en uno de los álbumes más emblemáticos de The Beatles en donde los fieles a la conspiración encuentran las máximas pruebas: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Capitol Records, 1967). En su carátula parece haber una serie de pistas incontrovertibles, miremos algunas. Todo el disco es un funeral, ¿de quién? Para algunos la respuesta es obvia. Los personajes que están en esta portada, al parecer, hacen parte del olimpo de Paul, de toda su admiración y todos, parece ser, han tenido muertes trágicas, fuertes o en circunstancias extrañas. En la parte inferior derecha del disco se puede descomponer el segmento “les” (de la palabra “Beatles”) y sumarle un objeto que está entre la “l” y la “e” que parece una “i”, de tal forma que se leer “lies”, y si se agudiza el ojo en la guitarra bajo, en flores amarillas, que adorna la tumba, parece decir “Paul”: “lies Paul” (“descansa Paul” o que se entiende como “descansa en paz, Paul”). La funda interior del álbum, que contiene el disco de vinilo, esta manchada en rojo como empapada en sangre y en la contraportada del álbum Paul McCartney aparece de espaldas mientras que los tres miembros restantes de la banda aparecen de frente. Es en Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band donde, además de insertar claves o frases alusivas a la muerte de Paul en las letras de las canciones, se fijan además mensajes subliminales (las famosas frases que aparecen al “tocar” el disco al revés).



Extenderse en esas claves y pistas acerca de todo este asunto de la conspiración es extenso y detallado, por eso es menester resumir algunas más y dejar claro, de nuevo, que los mares profundos de este tema se encuentran en la red de redes (cuna y pozo bastante hondo de toda clase de teorías de conspiración): en la carátula del doble EP Magical Mystery Tour (Capital Records, 1967) John Lennon aparece disfrazado de morsa, alusión a las inapropiada frase del agente del MI5, al mostrar el cuerpo inerte de Paul, y a las palabras de Lennon en ese momento: “yo soy la morsa” (de hecho hay un tema musical con ese título en el disco: “I am the walrus”). En el álbum blanco (The Beatles, Apple Records, 1968) las fotografías del interior de muestran una foto carnet de supuesto William Campbell, o sea de Faul.
La icónica portada de Abbey Road (Apple Records, 1969) es también blanco de interpretaciones y, para muchos, prueba fehaciente de la teoría del falso Paul. El cuarteto camina por un “cebra” de una calle de Londres: Lennon de primero, seguido de Ringo, Paul y George. Según los intérpretes se trata un cortejo fúnebre en donde Lennon es el sacerdote, seguido de un Rigo, de negro, que representa el funerario y George, que remata la procesión vestido de jeans, es el sepulturero. Paul es el muerto porque va descalzo y con los ojos cerrados, además da el paso con la pierna derecha que supone que ya no está con los demás o camina a otro ritmo y, finalmente, lleva el cigarrillo en la mano derecha (Paul McCarney es zurdo). Para rematar, el volkswagen escarabajo, a la izquierda de la portada, tienen una placa: “LMW 28 IF”, ese “28 IF” para muchos quiere decir que “si estuviera vivo tendría 28 años”.


Todas estas pistas, indicios, claves, conjeturas, en el comportamiento de la banda, en sus discos, en sus letras, en sus declaraciones hicieron que muchos se preguntaran si el asunto realmente había sucedido. Un locutor, de una radio de Detroit, terminó de atar cabos y el 12 de octubre de 1969 tiró la bomba de que Paul McCartney había muerto en un accidente de auto en 1966. Rápidamente la noticia se extendió a otros medios y comunicadores y el fuego sólo pudo ser medio extinguido con la aparición de Let it Be (Apple Records, 1970), el último álbum de la banda y en el cual también muchos han encontrado pistas de la muerte de Paul. Para revivir el mito, en el siglo XXI, apareció el citado documental acerca de la confesión póstuma de Geroge Harrison (The Last Testament of George Harrison, 2010), y en 2015 la organización WikiLeaks había filtrado, en un cable, información en el que afirmaba tener el acta de defunción de Paul McCartney (WikiLeaks, unos meses después, negó tener tal documento y desconoció la autoría del cable).
La teoría de la conspiración se extiende hasta el asesinato de John Lennon, el 8 diciembre de 1980, y el intento de asesinato de George Harrison, en su propia mansión el 31 de diciembre de 1999. Todo el asunto involucra también la vida de Paul McCarney (o del falso Paul, depende de quien lo mire) después de The Beatles: en conciertos, su carrera musical con la banda Wings y como solista, en su vida personal, en los gestos que hace para la entrevistas, en las propias declaraciones acerca de si es o no el falso Paul, en una búsqueda de indicios que son sólo eso pero que inundan secciones completas de la Internet y que pueden absorber horas y horas de conjeturas, hipótesis, cabos con o sin atar.
Pero, un momento, que nadie se sienta irrespetado, sobre todo porque se puede pensar que se mancilla la figura de un ídolo. Así son las teorías de conspiración, las leyendas o los mitos, sobre todo en el rock: pueden poner una capa más de divinidad, además de misterio y culto, a quien se admira.

Ahora, sin la supuesta muerte de Paul McCartney lo más probable es que la banda The Beatles no hubiera sido lo que fue, sin sus carátulas icónicas, sin su aura, sin su creatividad, sin su música y letras, muchas de las cuales se le atribuyen al bagaje completo del complot. Así, y a todas estas, cabría preguntarse si todo esto ocurrió de verdad, si McCarney muere y se hubiera anunciado de manera oficial, ¿qué banda hubiéramos preferido, la del Paul auténtico pero muerto o la del falso Paul? ¿Sería la misma The Beatles, o no hubiera sobrevivido sin McCartney?

Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 328 (jul-sep de 2017).