Paul McCartney está muerto. Bueno, por lo
menos parece que ya murió, y hace bastante rato. El 9 de noviembre de 1966,
después de una discusión en el estudio con los miembros de la banda (en
particular, con John Lennon), Paul McCartney sale de madrugada en su auto, un Austin-Healey
blanco, recoge a una chica en el camino y ambos se accidentan, allí muere Paul.
Hay múltiples versiones del suceso y un periodo de dos días, entre el 9 y el 11
de noviembre de 1966. Otra versión habla de una fiesta, incluso con integrantes
de The Rolling Stones, pero quedémonos, por cuestiones de espacio, con la
primera que se ha expuesto: al parecer la chica que recoge en el camino, cuyo
nombre es Rita, se da cuenta que es el mismísimo Paul McCartney y se pone
histérica, la confusión del momento hace que Paul pierda el control del auto y
termine en un saldo trágico (aunque la chica sobrevive al accidente).
Son todas conjeturas y existen versiones
variopintas en la Internet, desde un documental que muestra la supuesta
confesión póstuma de George Harrison (The
Last Testament of George Harrison, 2010) hasta teorías sin pies ni cabeza,
eso si aceptamos que las declaraciones de Harrison son verídicas. Pero
justamente de lo que estamos hablando es de una teoría de conspiración, una
confabulación que, en muchos casos, si está bien armada puede ser muy
fascinante y hasta ponernos a dudar acerca de la veracidad de sus tesis.
En el mundo del rock, tan atrayente por todo
lo que envuelve: el arte, la música, la fama, el dinero, las mujeres, el sexo,
las drogas…, existen miles de leyendas y mitos. Han sido, en gran medida, las
estrellas de rock quienes han reemplazado a los dioses o semidioses de antaño
y, como tal, muchos de ellos (por no decir que todos) llevan siempre varios
mitos y leyendas que completan su aureola de casi divinos. El supuesto pacto
con Satanás que hace Robert Plant, el vocalista de Led Zepellin, para obtener
gloria, fama y fortuna; el aún más famoso mito de que Elvis Presley aún vive, y
que desde su desaparición se refugia en una isla desconocida, junto con otros talentosos,
ricos y famosos; la también extraña muerte de Brian Jones, fundador de The
Rolling Stones, que va desde un suicidio hasta un asesinato que involucra a
algunos miembros de su misma banda o el caso de que Court Cobain, líder de la
banda Nirvana, fue asesinado por su esposa Courtney Love son apenas algunas de
las decenas, o cientos, de leyendas y mitos alrededor de eso que llamamos rock.
En el caso de la banda The Beatles no podía
ser menos. Se trata de un grupo musical de cuatro muchachos que a principios de
la década de 1960 empiezan a ganar una fama inusitada. Son muchas las
circunstancias que hace que la banda de los cuatro de Liverpool alcancen las
cuotas más altas de la popularidad mundial, pero para ahorrar explicaciones al
respecto digamos que es una combinación de talento, de muy buena promoción y,
sobre todo, de estar justo en el momento y el lugar: la eclosión del movimiento
juvenil de la década de 1960. El ascenso de la banda es constante pero también
rápido, si se piensa que quizás no había un parangón en esa época. La
demostración del poder mediático de John, Paul, George y Ringo es más evidente,
sobre todo, cuando los cuatro llegan a los EEUU. La histeria se apodera de los
seguidores estadounidenses de la banda inglesa, incluso parece que los músicos
se molestan porque los gritos enloquecidos de las fanáticas no dejan escuchar
las melodías de la banda, ni siquiera escucharse entre ellos mismos en medio de
un concierto. Claro, con las manifestaciones de euforia llegan también las de
rechazo, sobre todo en esa extraña región norteamericana que llaman “el
cinturón bíblico”. The Beatles son vistos, en muchos casos, como los portadores
de la degradación de los valores tradicionales, son el ejemplo de la
degeneración de la juventud, una “juventud” que décadas antes había sido más
sumisa, menor contestaría y que, además, había ayudado a salvar el mundo de las
garras del fascismo, y que ahora debería hacer lo mismo contra el demonio comunista.
La indignación creció en Norteamérica con las desafortunadas, y arrogantes,
palabras de John Lennon acerca de que ellos, The Beatles, eran ahora más
famosos que el mismísimo Jesucristo. Euforia e indignación se convirtieron en
un coctel tóxico para los muchachos de una banda inglesa que visitaba, por
primera vez, EEUU y dieron una puntada más para los convulsionados años sesenta
que estaban en pleno amanecer.
En medio de ese ambiente, con esa popularidad
desbordada y casi en la cresta de la ola, sucede el supuesto accidente y muerte
de Paul McCartney. Una muerte trágica que tiene tintes de espanto: unos minutos
después del accidente aparece en los estudios de grabación, en donde se
encuentran John, George y Ringo, un agente del MI5 (la agencia de seguridad
británica) con el objetivo de llevar a los tres muchachos para que identifiquen
el cuerpo sin vida de Paul, la escena es pavorosa: un Paul McCarney decapitado,
con el pelo quemado, sin un ojo y cubierto por una manta, en medio de todo el
terrible acontecimiento. La leyenda cuenta que el agente del MI5, a quien
nombran simplemente como Maxwell, se burló del cuerpo diciendo que se parecía a
una morsa, a lo que John Lennon ofendido por el descarado y humillante
calificativo del agente golpeó a Maxwell en repetidas ocasiones mientras
repetía: “yo soy la morsa, yo soy la morsa”.
Lo que sigue es toda la trama de la
conspiración, lo que ha hecho crear conjeturas tras conjeturas, teorías,
afirmaciones sin verificación y todo lo que pueda envolver este tipo de
leyendas. Porque se hubiera podido aceptar la muerte de Paul McCartney y,
difícilmente pero con cierta resignación, continuar hacia otros caminos, bien
el de una banda sin uno de sus integrantes o la desintegración de la misma.
Pero era demasiado lo que pesaba sobre The Beatles: el inmenso poder mediático
de la banda sobre la juventud, especialmente sobre las adolescentes, podría
hacer que el anuncio de la muerte de uno de sus integrantes más queridos
generara una ola de suicidios colectivos; también el hecho de que sus tres
integrantes sobrevivientes, en una banda en plena cima y con posibilidades
reales de ascender mucho más, no aceptaran del todo abandonar The Beatles (y
sabiendo aun que la banda no volvería a ser la misma sin Paul) y el hecho
también de que, en términos musicales y creativos, John y Paul se encontraban
en lo más alto pues habían escrito decenas de canciones, en conjunto, que bien
podían suplir años de ausencia creativa del mismo Paul.
Se decide continuar entonces con The Beatles,
es menester entonces encontrar un reemplazo… Bueno, no un reemplazo, un doble
de Paul McCartney… Ni siquiera un doble, un Paul McCartney. Se encuentra a un
tal William Campbell, un canadiense que ganó un concurso de televisión del
doble de McCartney. Campbell, a quien los creyentes de la conspiración también
hay llamado el falso Paul o Faul, fue sometiéndose a un continuo cambio de
aspecto (ayudado por múltiples cirugías), además de instrucciones para caminar,
comportarse, gestualizar, cantar y tocar como McCartney. En contubernio con el
MI5, Brian Epstein (representante de The Beatles) y los tres miembros restantes
de la banda se inicia el truco de trucos de toda la historia del rock. Ahora,
los seguidores de la teoría de la conspiración han podido darle pies y cabeza
al supuesto gracias a una serie de pistas que los tres integrantes originales
de la banda (encabezados por Lennon) han dejado en los álbumes y letras de The
Beatles, posteriores a la muerte de Paul.
El primer álbum del que, al parecer, hay ya un
registro de esas pistas (según los conspiradores) es Rubber Soul (Capital Records, 1965) en cuya carátula aparecen los
cuatro de Liverpool, ya con el falso Paul en un contrapicado que, para los seguidores
de la confabulación, es la visión del verdadero Paul McCarney mirándolos desde
su tumba. Incluso las caras de los cuatro aparecen distorsionadas, con un leve
lente ojo de pez, para que no se distingan las diferencias físicas del falso
Paul con el verdadero. Pero, aunque es una interesante conjetura, este primer
indició se cae por su propio peso. Rubber
Soul sale al mercado en diciembre de 1965 y se supone que el accidente
trágico de Paul McCarney será casi un año después…
Quizás se pueda encontrar algún asidero a la
teoría mirando la carátula de Yesterday
and Today (Capitol Records, 1966). Hay dos versiones de carátulas en este
disco: la primera, que al parecer se censuró en su momento, muestra al cuarteto
con unas batas parecidas a las de los carniceros sosteniendo trozos de carne y
con unas muñecas decapitas (que podrían recordar, de manera subliminal, la
muerte y decapitación de Paul). Incluso la cabeza de muñeca que sostiene George
Harrison tienen el pelo quemado y le falta un ojo, como al parecer cuentan que
se encontraba la cabeza de Paul McCarney en el momento en que les mostraron el
cuerpo a los integrantes sobrevivientes. La segunda versión de la carátula es
menos macabra, es el cuarteto en una actitud más relajada, como típica banda de
muchachos de los sesenta, aunque hay un detalle: Paul se encuentra dentro de un
baúl en posición vertical. Para los amantes de la historia del falso Paul esta
es más que una pista subliminal, pues el baúl representa un ataúd. Pero Yesterday and Today se publicó en junio
de 1966.
En Revolver
(Parlophone Records, 1966), los amantes de la conspiración encuentran otro
indicio: se trata de un carátula en la que tres de la banda, con sus cabezas
dibujadas, parecen estar casi de frente (obviemos a Ringo, que parece mirar
hacia arriba) menos, obviamente, Paul quien mira hacia la izquierda en un gesto
que, para los seguidores de la teoría, muestra no sólo un alejamiento de la
banda sino su total desprendimiento de ella (porque está muerto, dirán
algunos). Además, muchos encuentran pistas en las letras del disco (que evadiré
aquí por el corto espacio y porque siempre es bueno dejar algo para buscar y
rumiar, en la Internet). Pero Revolver
sale publicado en agosto de 1966. Al parecer perdemos el tiempo con estos que
buscan pistas acerca del falso Paul.
Es quizás en uno de los álbumes más
emblemáticos de The Beatles en donde
los fieles a la conspiración encuentran las máximas pruebas: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Capitol
Records, 1967). En su carátula parece haber una serie de pistas
incontrovertibles, miremos algunas. Todo el disco es un funeral, ¿de quién?
Para algunos la respuesta es obvia. Los personajes que están en esta portada,
al parecer, hacen parte del olimpo de Paul, de toda su admiración y todos, parece
ser, han tenido muertes trágicas, fuertes o en circunstancias extrañas. En la
parte inferior derecha del disco se puede descomponer el segmento “les” (de la
palabra “Beatles”) y sumarle un objeto que está entre la “l” y la “e” que
parece una “i”, de tal forma que se leer “lies”, y si se agudiza el ojo en la
guitarra bajo, en flores amarillas, que adorna la tumba, parece decir “Paul”:
“lies Paul” (“descansa Paul” o que se entiende como “descansa en paz, Paul”).
La funda interior del álbum, que contiene el disco de vinilo, esta manchada en
rojo como empapada en sangre y en la contraportada del álbum Paul McCartney aparece
de espaldas mientras que los tres miembros restantes de la banda aparecen de
frente. Es en Sgt. Pepper's Lonely
Hearts Club Band donde, además de insertar claves o frases alusivas a la
muerte de Paul en las letras de las canciones, se fijan además mensajes
subliminales (las famosas frases que aparecen al “tocar” el disco al revés).
Extenderse en esas claves y pistas acerca de
todo este asunto de la conspiración es extenso y detallado, por eso es menester
resumir algunas más y dejar claro, de nuevo, que los mares profundos de este
tema se encuentran en la red de redes (cuna y pozo bastante hondo de toda clase
de teorías de conspiración): en la carátula del doble EP Magical Mystery Tour (Capital Records, 1967) John Lennon aparece
disfrazado de morsa, alusión a las inapropiada frase del agente del MI5, al
mostrar el cuerpo inerte de Paul, y a las palabras de Lennon en ese momento:
“yo soy la morsa” (de hecho hay un tema musical con ese título en el disco: “I
am the walrus”). En el álbum blanco (The
Beatles, Apple Records, 1968) las fotografías del interior de muestran una
foto carnet de supuesto William Campbell, o sea de Faul.
La icónica portada de Abbey Road (Apple Records, 1969) es también blanco de
interpretaciones y, para muchos, prueba fehaciente de la teoría del falso Paul.
El cuarteto camina por un “cebra” de una calle de Londres: Lennon de primero,
seguido de Ringo, Paul y George. Según los intérpretes se trata un cortejo
fúnebre en donde Lennon es el sacerdote, seguido de un Rigo, de negro, que
representa el funerario y George, que remata la procesión vestido de jeans, es
el sepulturero. Paul es el muerto porque va descalzo y con los ojos cerrados,
además da el paso con la pierna derecha que supone que ya no está con los demás
o camina a otro ritmo y, finalmente, lleva el cigarrillo en la mano derecha
(Paul McCarney es zurdo). Para rematar, el volkswagen escarabajo, a la
izquierda de la portada, tienen una placa: “LMW 28 IF”, ese “28 IF” para muchos
quiere decir que “si estuviera vivo tendría 28 años”.
Todas estas pistas, indicios, claves,
conjeturas, en el comportamiento de la banda, en sus discos, en sus letras, en
sus declaraciones hicieron que muchos se preguntaran si el asunto realmente
había sucedido. Un locutor, de una radio de Detroit, terminó de atar cabos y el
12 de octubre de 1969 tiró la bomba de que Paul McCartney había muerto en un
accidente de auto en 1966. Rápidamente la noticia se extendió a otros medios y
comunicadores y el fuego sólo pudo ser medio extinguido con la aparición de Let it Be (Apple Records, 1970), el
último álbum de la banda y en el cual también muchos han encontrado pistas de
la muerte de Paul. Para revivir el mito, en el siglo XXI, apareció el citado
documental acerca de la confesión póstuma de Geroge Harrison (The Last Testament of George Harrison,
2010), y en 2015 la organización WikiLeaks había filtrado, en un cable,
información en el que afirmaba tener el acta de defunción de Paul McCartney
(WikiLeaks, unos meses después, negó tener tal documento y desconoció la autoría
del cable).
La teoría de la conspiración se extiende hasta
el asesinato de John Lennon, el 8 diciembre de 1980, y el intento de asesinato
de George Harrison, en su propia mansión el 31 de diciembre de 1999. Todo el
asunto involucra también la vida de Paul McCarney (o del falso Paul, depende de
quien lo mire) después de The Beatles: en conciertos, su carrera musical con la
banda Wings y como solista, en su vida personal, en los gestos que hace para la
entrevistas, en las propias declaraciones acerca de si es o no el falso Paul,
en una búsqueda de indicios que son sólo eso pero que inundan secciones completas
de la Internet y que pueden absorber horas y horas de conjeturas, hipótesis,
cabos con o sin atar.
Pero, un momento, que nadie se sienta
irrespetado, sobre todo porque se puede pensar que se mancilla la figura de un
ídolo. Así son las teorías de conspiración, las leyendas o los mitos, sobre
todo en el rock: pueden poner una capa más de divinidad, además de misterio y
culto, a quien se admira.
Ahora, sin la supuesta muerte de Paul
McCartney lo más probable es que la banda The Beatles no hubiera sido lo que
fue, sin sus carátulas icónicas, sin su aura, sin su creatividad, sin su música
y letras, muchas de las cuales se le atribuyen al bagaje completo del complot.
Así, y a todas estas, cabría preguntarse si todo esto ocurrió de verdad, si
McCarney muere y se hubiera anunciado de manera oficial, ¿qué banda hubiéramos preferido,
la del Paul auténtico pero muerto o la del falso Paul? ¿Sería la misma The
Beatles, o no hubiera sobrevivido sin McCartney?
Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 328 (jul-sep de 2017).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia, 328 (jul-sep de 2017).
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