A propósito de los diez años de publicación de "Virus Trópical", de powerpaola y "Parque del Poblado", de joni b, esta reseña que escribí en 2011 sobre ambas historietas para la Revista Universidad de Antioquia:
La historieta en Colombia parece atravesar por un buen momento, por lo menos desde la última década del siglo pasado, cuando se registró un movimiento del cómic nacional con revistas como ACME, TNT y Agente Naranja. Una de las razones del nuevo, aunque aún muy tímido, auge de la historieta en el país tiene que ver mucho con el uso que se ha hecho de la Internet para su difusión. Mientras otras manifestaciones artísticas, como el cine y la música, le temen a la red de redes porque amenaza con acabar o modificar drásticamente la industria montada a su alrededor, o mientras la literatura se asoma tímidamente en los nuevos dispositivos tecnológicos, que compiten con el libro, la historieta está más viva que nunca en páginas web, web blogs y redes sociales.
Ese fenómeno global del cómic en la Internet se da también en Colombia, aunque aquí no existe una tradición real de historietas. Entonces, lo que antes parecía no existir ahora empieza a mostrarse con un puñado de buenos dibujantes nacionales, que empiezan primero a mostrar su trabajo en la Internet y luego alcanzan el papel.
Dos sucesos editoriales en el mundillo del cómic nacional, con reciente aparición, son un ejemplo de ese panorama positivo de la manifestación en el país: Virus Tropical, de Paola Gaviria (powerpaola) y Parque del Poblado, de Johnny Benjumea (joni b).
Virus Tropical ha sido editado por La Silueta en tres tomos (el primero es una edición de 2009: y el tercero y último data de 2011, todos editados en Bogotá) y la argentina Editorial Común ha decidido editarlo este año en un solo libro. Lo que Paola cuenta en Virus Tropical es parte de su vida, o mejor, parte de su vida familiar porque aquí los protagonistas son su familia: su padre, exsacerdote y ahora casado con una mujer muy conservadora, y cuyo matrimonio ha tenido como fruto tres hijas: Claudia, Patty y Paola. La novela gráfica empieza con una imagen potente pues se trata de los padres de Paola en el momento mismo de la concepción de su autora (arriba de la explicita viñeta aparece un “Quito, 1976”) y a partir de ahí vamos a ir conociendo a la familia de Paola, primero desde la ciudad de Quito (Ecuador), lugar de la primera infancia de la autora, la separación de los padres, y luego la vida de colegio y adolescencia en Cali. Las historias que cuenta Paola en su Virus Tropical parecen estar hechas sin concesiones a ninguno de los personajes reales, éstos aparecen tal y como son. Sus manías, egoísmos, males y virtudes están reflejados en la historieta de una manera muy real. Quizás ahí esté el primer atractivo de la obra y es que ninguno se salva de las circunstancias, no hay buenos ni malos, sino una familia tratando de sobrevivir a las adversidades.
Otro asunto interesante del libro de powerpaola es su dibujo. Se trata de un cómic construido con una estética feísta, con un trazo lleno en detalles y con unos rayados que, en ocasiones, parecen demenciales (o por lo menos apasionados). Ese tipo de dibujo le aporta más fuerza al relato, porque amplifica algunas de las tensiones que aparecen en la narración. Al mismo tiempo es un dibujo automático, sin bocetos y, muchas veces, dibujado directamente en tinta sobre el papel.
La otra grata novedad editorial es Parque del Poblado (beca de creación de la Alcaldía de Medellín, 2010. Editorial Robot, Medellín, 2011) que, como ya nos lo anuncia su titulo, se trata de una historia enmarcada en el parque de El Poblado, en Medellín. Una sola noche entre tragos y amigos es lo que cuenta Jhonny Benjumea en este relato corto en historieta. Ahora, lo más interesante de Parque del Poblado es que su autor logra, con la historia y con su dibujo, ubicar un momento y un espacio justos de lo que podríamos llamar la historia de Medellín, un momento de la ciudad en que los jóvenes (o jóvenes adultos) buscan formas de socializar más allá del bar, más allá del recinto cerrado y se lanzan a la calle a hacerse dueños de ella, con tragos de alcohol, tabaco, amigos, charlas, amores y desamores, música y también con algunas drogas de consumo ilegal. Y todo eso sucede, por lo menos en este libro de Jhonny, en un lugar muy específico: El parque de El Poblado. Entonces, en parte, leemos esta historieta como en clave generacional, no sólo por el lugar y el momento en que sucede, sino también por la forma en que Rafael, Alex, Viviana y los demás personajes, se expresan entre sí, los ademanes que usan, la forma de increparse y de agasajarse, parece un pequeño manual del estilo del comportamiento de un fragmento de esa generación de jóvenes adultos que se encuentran cada fin de semana en el parque de El Poblado, en Medellín. Toda la historia de Rafael y sus amigos, en Parque del Poblado, sucede en una noche, al parecer no pasa nada, pero quizás pasa todo: pasa delante de nuestros ojos esa generación de cervezas, ron o aguardiente; esos jóvenes adultos del cigarrillo y el porro, pero también de la música, del cine, de los amores, de las batallas pírricas, de lo aburrido que será llegar definitivamente a adulto. Pasan los rincones del parque, de su tiendecita de la esquina, del bar de la esquina opuesta, de la terraza en la tienda Saldarriaga, de los jardines y macetas del mismo parque, del acopio de taxis en el borde occidental de aquel mundillo dibujado por Jhonny Benjumea.
Parque del Poblado no sólo es una pequeña pero significativa historia, envuelta en un libro bellamente editado, sino que se trata también de una historieta muy bien dibujada. Sorprende cómo el autor traza al dedillo todas y cada una de las locaciones en que se desarrolla la historia, claro que hay una respuesta para eso: el autor se ha documentado antes de hacer su historieta, ha ido a tomar las respectivas fotografías para que su memoria no falle a la hora de sentarse frente al papel en blanco. La estrategia le ha resultado porque, con un pincel entre formal y desenvuelto, Jhonny ha logrado captar no sólo las locaciones reales, sino la atmosfera del lugar, lo que se siente y respira una noche de viernes, o de sábado, en el parque de El Poblado.
Estos son sólo dos
ejemplos de ese pequeño repunte del comic nacional. Hay ingentes esfuerzos
desde el eje cafetero (específicamente desde Armenia) con la Revista Larva, dirigida por Daniel Jiménez;
desde Bogotá con obras como las de Andrezzinho, John Joven e Inu Waters: desde
Cali con fanzines del joven autor Luto o, desde Medellín, con la gacetilla Robot y el trabajo de Tomás Arango. En
las listas de autores siempre quedan algunos por fuera, espero que se me hayan
quedado muchos porque quisiera que el nuevo impulso, del cómic nacional, deje
de ser de unos pocos y cada vez haya más gente dibujando y que yo,
necesariamente, no los tenga que conocer.