Paco Roca ha logrado
el sueño de su vida, ha conseguido trabajar dibujando historietas en casa. Así
que ya no tendrá que sufrir más con los trancones del tráfico, las salidas
apresuradas hacia la oficina, las incomodidades de trasladarse de su casa a su
sitio de trabajo y, lo que es mejor, podrá trabajar en pijama.
Memorias de un hombre en Pijama (Astiberri Ediciones, 2011), de
Paco Roca, es una recopilación de historietas publicadas en el diario español Las Provincias. Se trata de una serie de
relatos autobiográficos en donde su autor nos sitúa en lo que podríamos llamar
las aventuras de un cuarentón de la segunda década del siglo, en una España
sumergida en recesión económica y con la particularidad de que ese protagonista
trabaja todo el día en casa, en pijama, dibujando historietas.
Esta serie de
historietas centran su atención, principalmente, en reflexiones acerca de la
vida en pareja, el propio autor que vive con su novia, los amigos casados y con
hijos o los que prefieren permanecer solteros y en vibrante actividad de
cortejo, cada noche de bar. Pero Roca también examina su vida desde la
perspectiva misma de su trabajo, de sus cuarenta y tantos años y su particular
visión del mundo, de la comodidad que le permite el trabajar todo el día en
casa, de sus viajes de gira por España y por algunos países de Europa, además
de reflexiones sobre la vida cotidiana, de las situaciones que le suceden a un
hombre típico de su edad.
De las cenas y
charlas con amigos, con antiguos compañeros de colegio o con las amigas de su
novia, surgen reflexiones y situaciones que Roca dibuja en sus cómics. Memorias
de un hombre en pijama es entonces un sencillo recorrido por la vida reciente de su autor, lo interesante de la
obra es cómo logra hacer atractivos unos acontecimientos que, en general,
parecen anodinos, sin importancia.
Paco Roca es un
autor que se ha dado a conocer en los últimos años dentro del panorama del
cómic español. Una de sus primeras y sonadas obras fue El juego lúgubre (Ediciones La Cúpula, 2001), una historia sórdida
en donde Salvador Dalí y sus manías tienen un papel protagónico. Pero el
reconocimiento le llegaría con Arrugas (Astiberri
Ediciones, 2008), un cómic donde el autor indaga sobre la vejez y, en
particular, sobre el mal de Alzheimer y que le mereció, en 2008, el Premio
Nacional del Cómic, en España, además fue llevado al cine y gracias a eso Roca
recibió, este año (2015), el premio Goya al mejor guión. Dos años después editaría una
historieta que recoge una anécdota de la década de los cincuenta en España: la
creación y rápida caída del proyecto personal de varios dibujantes
independientes, la revista Tío Vivo[1],
historia de un fracaso que está consignada en El invierno del dibujante (Astiberri
Ediciones, 2010).
Con Memorias de un hombre en pijama Paco
Roca se muestra menos ambicioso que en Arrugas
o en El invierno del dibujante; sin embargo, parece también más
cercano al lector, más sencillo quizás, gracias a que se trata de una
autobiografía y a que lo que estamos leyendo es parte de su vida cotidiana. El
dibujo de Roca en Memorias de un hombre
en pijama muestra la misma calidez, cercanía y maestría de siempre, a medio
camino entre el retrato realista y la caricatura, sus trazos recuerdan, en
algunos pasajes, a los autores norteamericanos Beto y Jaime Hernández (Love and Rockets). Una paleta de
colores que aprovecha mucho los tonos tierras y cálidos con algunos pocos
colores fríos completan el trabajo de gran calidad.
La serie de Memorias de un hombre en pijama, para
el diario Las Provincias, termina
abruptamente después de unos años de publicación; es el mismo autor quien
decide terminarla –“por un rato”, según él mismo– aduciendo falta de
inspiración, agotamiento de los temas y buscando un poco de espacio, pues
siente que todo el tiempo está trabajando. Aunque es cierto que todo el tiempo
trabaja, él mismo parece justificarse al afirmar que lo que hace es lo que le
gusta y que, además, puede hacerlo sin necesidad de vestirse más que con una
prenda de su colección de pijamas. Esta es una obra con grandes cualidades: franca,
natural y cercana, a pesar de poder ser considerada como “menor”.
[1] En
1957, un grupo de dibujantes de Bruguera llamados
los cinco grandes: Josep Escobar,
Conti, Cifré, Peñarroya y Eugenio Giner,
deciden abandonar la editorial catalana y fundar su propia revista: Tío Vivo. La aventura dura dos años y
los dibujantes tienen que volver a Bruguera. Años después la editorial
publicaría su propia versión de la revista Tío
Vivo.
Álvaro Vélez (truchafrita).
Originalmente en la Revista Universidad de Antioquia (2015).
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